Más de una vez he pensado en lo fácil que sería creer en algún dios. En cualquiera. En un más allá, en vida después de la muerte... en que hay alguien o algo que te protege y que si crees en él, te dará salud y buena fortuna, protegerá a los tuyos y te dará una vida feliz y plena.
Hace pocos años, en comparación con la historia de la civilización, que la humanidad ha dejado de creer con tanto fervor. La religión ha dejado de ser el epicentro de la vida de la gente, ha dejado de dominar y controlar todo. Yo llegué en un momento en el que ya me tocó de pasada. Por supuesto que hay gente de mi edad que es creyente, pero no es lo mismo que cuando oigo hablar a mi abuela o a gente de la edad de mis padres que creen en un solo Dios verdadero. Me fascina y me sorprende que haya gente que siga teniendo tanta fe y que hable de los momentos en los que sintió a Dios más lejos, que sintió que quizás no existía porque le estaba defraudando, porque no entendía su comportamiento (por ejemplo al dejar morir a un ser querido joven). Me fascina la seguridad con la que creen en alguien que fundó el mundo en seis días y el séptimo descanso, que protege a la humanidad, que castiga al malo y compensa al bueno. Me fascina las fuerzas que saca la gente en la adversidad de los problemas de la vida pensando que es otro el que se las da.
Yo nunca he podido creer, ni siquiera cuando me bauticé dos días antes de mi comunión, comulgué y asistí a catequesis durante años. Me hubiera gustado, porque todo se torna más fácil, la angustia y las responsabilidades se disipan porque siempre hay alguien por encima de ti y además no hay incertidumbre de por qué estamos aquí y de que hoy puedes estar, pero mañana no. Todo está dentro de un plan divino. Pero me es imposible creer. Me es imposible creer si sales del planeta Tierra y miras. Si ves que los niños se mueren de hambre, la gente se mata en las guerras, las mujeres sufren la condena de serlo y hay niños que trabajan en basureros y otros que levantan un fusil. Me es imposible creer cuando me doy cuenta de que somos tantos, tan distintos, con tantas religiones como tipos de árboles. Tanta diversidad, todo un universo...
Supongo que, al fin y al cabo, lo único que importa es ser feliz y cada uno se lo monta como puede.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, besitos y a ser felices.
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